jueves, 28 de julio de 2011

Ruidos.


Son las 9:30 exactas en el reloj de la computadora, a la par, una copa de vino tinto se deja invadir por un rayo de luz que se desprende de la lámpara, y de la computadora sale “Make you feel my love” de Adele (¿muy cliché en estos días verdad?), pero lo más importante, en mis manos hay deseos de sacar la emoción que está presente en mi pecho, en mi corazón hay una sensación que algunos podrían describir como nostalgia, en mi cerebro mil ideas, y en mis oídos, los otros, los de adentro están tus ruidos.

Y es que tus ruidos son tantos que enumerarlos sería complicadísimo; tu voz para empezar (obviamente, no hay otro ruido por el que podría empezar) que me eriza la piel, me calienta el alma y me contrae el estómago de la emoción, me hace imaginar palabras dichas por esa boca, pero sentidas en el corazón.

Los ruidos de las canciones, las que conocemos, las que vos me das a conocer y con las que yo trato de hacerte saber lo que siento, sin decírtelo porque las canciones lo dicen todo mejor, más bonito y además te gusta la música.

Las palabras que no decís, sino que escribís pero que yo leo con tu voz y que terminan por darme el mismo efecto que si las susurraras a mi oído… hasta las palabras que jamás dirás pero que, como tu voz está ya en mi cabeza, como ha estado siempre, desde tu primer “mucho gusto”, uso a mi antojo.

El sonido de cuando reís, (¡qué sonido tan delicioso por lo raro que es!), el sonido de cuando pasás y rompés el aire…. Puta, hasta el sonido que acompaña los silencios tan invadidos de ruidos pero que, por ser silencios que comparto con vos, son valiosos. Me quedaré con tus ruidos y tus silencios, los seguiré atesorando como se hace con las cosas valiosas, no sea que algún día me los querás cambiar por las palabras que ya decís en mi mente, sin decirlas.

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