lunes, 21 de marzo de 2011

De malos profetas y la necesidad de confirmación.


Mi mamá siempre ha tenido un decir que, como todos los dichos de todas las mamás del mundo son 100% ciertos; el mismo reza “no hay que ser mal profeta, no se puede dejar de hacer lo que se predica”.

Pues, a costa de ir en contra del cuarto mandamiento (que dicha que mi mamá no lee mi blog, ni usa las computadoras ;) ) voy a confesar abierta y públicamente que yo he sido un “mal profeta” y me he encontrado miles de veces dando consejos que yo no sigo, hasta consejos en los que no creo que, al menos para mí, realmente funcionen.

Yo, para bien o para mal, suelo estar en la posición de quién da consejos, y en algunas ocasiones son seguidos y en otras ignorados (de nuevo para bien o para mal) pero el punto es que, y estoy seguro que no estoy solo en esto, me he encontrado dado consejos u opiniones sobre lo que alguien debería hacer en determinada situación que luego yo, ante la misma situación, simplemente no tomo en consideración ni siquiera por un minuto.

Vamos a un ejemplo cliché, a Juan le gusta María (yo sé, casi me da un derrame pensando en los nombres…), pero le da miedo decirle lo que siente, entonces vengo yo, ya sea de sapo a donde nadie me ha llamado o porque Juan me cuenta de la situación. ¿Y qué digo yo? Bastante obvio, ¿no? Que debería decirle a María lo que siente, ya sea por que puedan lograr algo y ser felices por siempre tipo historia de Disney, o simplemente porque es necesario para uno decir las cosas que siente. ¿Se sienten identificados?

¿Pero qué pasa cuando es a uno a quién le gusta alguien y está medio complicado el asunto? Uno, a pesar de saber que (cito textualmente lo escrito arriba y dicho por este servidor) “es necesario decir las cosas que siente” no sabe qué hacer, o mejor dicho se hace el idiota para no hacerlo, o se hace el listo tratando de encontrar mil excusas que logren hacer que esa situación sea tan complicada como para que no me aplique a mí la regla de mis propios consejos, de los consejos que salen en las películas, tv, radio, libros novelas y etc., porque tenemos que aceptarlo, últimamente nadie sale con la solución original a los problemas, simplemente tomamos soluciones ya hechas, las re-empaquetamos y listo, soluciones y/o consejos “brand new”.

Esto me lleva al otro punto, a la eterna necesidad del ser humano de que le digan lo que ya sabe, de que le confirmen que lo que va a hacer es “lo correcto”, que es lo que las demás personas harían, y además, poder conseguir a alguien para echarle la culpa si las cosas no funcionan.

Me refiero al ejemplo anterior… ¿¿¿ustedes creen que Juan no sabe que lo correcto, lógico y normal es decirle a María que le gusta??? !!!Claro que lo sabe!!! ¿Entonces, para qué necesita que alguien le diga que debe hacerlo? Sencillo, los humanos necesitamos que alguien nos confirme que estamos en lo correcto, necesitamos sentirnos apoyados por alguien más y, si de paso podemos obtener a alguien a quién mentarle la madre, al menos mentalmente, si las cosas no salen como las planeamos en nuestros sueños de opio, mejor!

No soy psicólogo, (“Dios no le da alas al animal ponzoñoso” diría cualquier abuela del mundo), pero me encantaría poder entender porqué necesitamos que nos confirmen o digan lo que ya sabemos, que nos brinden una solución en la que nosotros ya pensamos, en la que probablemente hemos pensado mil veces pero que, como nos da miedo el resultado, no hemos aplicado ya.

Se me ocurre pensar que lo que necesitamos es decir en voz alta el problema, y escuchar en voz alta la solución, ya sea de nuestros labios o de unos labios ajenos, pero que mediante la palabra se pueda solucionar algo, o al menos aliviar la angustia de los problemas.

Yo por mi parte, probablemente seguiré dando opiniones o consejos a problemas de la vida en los que la persona ya pensó, al final todos lo hacemos y necesitamos de vez en cuando o de cuando en vez; y probablemente pediré consejos u opiniones a pesar de ya saber la solución, solo por el miedo a los resultados de esa respuesta no sean los que he soñado o los que Hollywood me ha implantado en la cabeza.

PD. Igual me encanta poder escuchar a las personas y ayudarlos a decir en voz alta las respuestas que ya saben, creo que es parte del sueño frustrado de ser psicólogo.