miércoles, 15 de junio de 2011

La ausencia en tú presencia.


Así como los ríos no se devuelven, ni el sol cambia su ruta para ir de oeste a este ni tampoco el mundo gira al revés haciendo que el tiempo regrese.

Así como los ciclos son fieles y no varían y se repiten una y otra y otra vez; y como el frío viene con el invierno… así siento el dolor día con día, el dolor ti, o mejor dicho, de tu ausencia. De tu ausencia sin distancia ni tiempo, de tu ausencia cercana y eterna, de tu ausencia que no debería ser ausencia… de tu ausencia en tu presencia, cíclica como las estaciones y constante como los ríos y fiel como la ruta del sol y del planeta.

Pero juro que tomaría todos los relojes del planeta y los pondría frente a un espejo a todos para que su reflejo fuera hacia atrás. Y así jugarles una jugarreta y engañarlos y engañarme, para que ese dolor en lugar de permanecer y aumentar desaparezca y disminuya mientras el segundero va hacia atrás.

domingo, 12 de junio de 2011

Esencia.


Hace 15 días recibí una lección de vida impresionante, que me golpeó como camión a 150 km por hora y, definitivamente para bien, me puso a pensar muchísimo en las cosas que realmente importan en la vida.

Hace 15 días, cuando salí del gimnasio (y si, uno lo hace para estar saludable y todo lo demás, pero el 95% de las personas que vamos al gimnasio, y me incluyo, lo hacemos por “vernos bien” y encajar en esos estándares de belleza que Hollywood se ha encargado de encajarnos) con mis lentes oscuros para que el exceso de luz no me molestara los ojos, y mientras escuchaba música pasé al frente de la iglesia católica de San Antonio.

La escena no hubiera tenido nada de particular si no hubiera sido porque eran las 11 de la mañana y, mientras los carros pasaban frente a la iglesia y la gente caminaba para el que fuera su rumbo una familia atendía al llamado de la campana que marcaba que era la hora para que la misa empezara.

Esta familia, que estaba compuesta por una pareja y su hija de unos siete años me dio la imagen de una perfecta familia feliz, como las que salen en los anuncios de los bancos para créditos de vivienda, “sin problemas” y con sueños y metas, algo súper importante y que no se me escapó es que ellos, los tres, sonreían sintiendo el sol sobre ellos, alertas a todos los sonidos y leyendo el lenguaje de la acera por donde caminaban.

Los papás también usaban lentes oscuros como yo, solo que por una razón muy distinta, era para disfrazar la blancura de sus ojos, que pude adivinar solamente por los bastones blancos que los dos llevaban en las manos. De igual forma, en ese momento estoy seguro que ellos no hubieran necesitado esos bastones pues tenían una guía de siete años que los llevaba de la mano, indicándoles con todo el amor que se puedan imaginar las gradas o irregularidades de la acera. La niña caminaba adelante y en medio, como dirigiendo y orquestando su familia, la familia que toda regla “normal” indica que ella debería seguir, no liderar en ningún aspecto de la vida.

Pero esos lentes oscuros, esos bastones blancos y esa niña guiándolos no parecía inquietar ni preocupar en lo absoluto a un par de padres que, sin poder verse en ningún momento de la vida, fueron capaces y lo suficientemente valientes de conocerse, enamorarse y casarse. Que además fueron increíblemente valientes como para afrontar un mundo hecho para personas diferentes a ellos, y hacer una vida “normal”, formar una familia y tener una hija.

¿Cómo dos personas que carecen del don de la vista logran decidir que es con esa otra persona con la que quieren pasar el resto de sus vidas? La respuesta no la sé, pero sé muchas opciones convencionales que suelen ser un factor importante que para ellos no fueron válidas.

No se preocuparon por el peso de la otra persona, o por su condición física, no se preocuparon por los colores de cabello o piel, ni por la estructura ósea, o por si tenían “genes bonitos” o no. Su relación está basada en algo más, mucho más profundo que, generalmente para nosotros que sí podemos ver pasa a segundo plano o desapercibido. Ellos se preocuparon por “ver”, conocer, entender y enamorarse de la esencia de la otra persona.

Y como premio por haber sido tan valientes fueron premiados con una niña que ahora, siete años después de haber nacido los guía a la iglesia a donde, seguramente, van a darle gracias a Dios por todas sus bendiciones y probablemente, hasta le dan gracias a Dios por haberlos privado del don de la vista, porque eso les puede haber complicado mucho la vida, pero les enseñó a ser fuertes; el no poder ver les puede haber cerrado muchas puertas pero terminó abriéndoles una ventana al alma de otra persona que ha estado ahí y podría apostar que estará ahí por siempre.

Ojalá fuéramos a veces más ciegos, para dejar de preocuparnos por tantas cosas superficiales y terminar dándole más valor a las cosas que importan y por las que en algún momento, vamos a ser premiados, por ser lo suficientemente valientes como para tomarnos y tomar a los demás por lo que son, por su escencia.